Hoy en dia las organizaciones y empresas serias y de prestigio se fijan cada vez mas no solamente en el curriculum academico de los candidatos o lideres a un cargo sino mas bien en su valor emocional y psicologico. Para ellos el profesional o técnico capacitado debe poder controlarse y controlar a su personal a cargo en todo tipo de situaciones y entornos. La inteligencia emocional es la característica que marca la
diferencia entre las personas felices y las personas amargadas, entre quienes
tienen éxito y quienes se pasan la vida deseando el éxito ajeno.
La inteligencia emocional es la cualidad de las y los mejores líderes, tanto a nivel empresarial como a nivel social.
La inteligencia emocional es la cualidad de las y los mejores líderes, tanto a nivel empresarial como a nivel social.
Porque una persona emocionalmente
inteligente se siente a gusto en sí misma, tiene la vida que desea y desea la
vida que tiene… y no la cambiaría por ninguna otra; vive rodeada de otras
personas positivas y felices y sabe cómo influir en su entorno.
Hábito 1: Se conocen a sí mismas
Las personas emocionalmente inteligentes
se conocen a sí mismas en profundidad. Conocen las emociones que existen, les
ponen nombre y las identifican sin dificultad. Saben perfectamente cuál es la
diferencia entre la vergüenza y la culpa o entre los celos y el amor.
Son capaces de autoobservarse de forma
crítica y objetiva y reconocen sus propios sentimientos en cualquier situación. Saben que lo que dicen y lo que hacen es
consecuencia de lo que piensan y lo que sienten… y saben que tienen control
sobre todo eso.
Toman decisiones conscientes sobre sus
propios pensamientos, de modo que influyen radicalmente en sus sentimientos y
esto les permite escoger con responsabilidad sus reacciones, independientemente
de las circunstancias. En definitiva, las personas emocionalmente
inteligentes se conocen a sí mismas, y esto significa que saben quiénes son y
que deciden sobre su identidad y su comportamiento.
Hábito 2: Toman decisiones
Son conscientes de cuáles de sus acciones
llevan a qué consecuencias, y saben exactamente qué deben cambiar para
modificar los resultados en su vida. No culpan a nadie de sus propios fracasos
porque saben reconocer su propia responsabilidad y, en lugar de lamentarse,
extraen lecciones que las ayudan a mejorar su desempeño.
Distinguen a la perfección los momentos en
que se autogobiernan haciendo uso de su capacidad de razonar de los momentos en
que sufren un secuestro emocional que les impide pensar con claridad. Son capaces de imaginar su vida ideal
porque ¡saben lo que quieren! Saben qué es importante para ellas y, por lo
tanto, siempre priorizan del modo que las hace más felices.
Trazan planes y diseñan proyectos, tanto a
nivel personal como profesional, y saben que la única forma de conseguir lo que
quieren es tomando decisiones.
Hábito 3: Gestionan sus emociones
Las personas emocionalmente inteligentes
gestionan sus propias emociones. Se hablan a sí mismas… pero se hablan de
la forma correcta. Escogen conscientemente su diálogo interno para beneficiar a
su estado de ánimo.
Comprenden sus propias emociones. Las
perciben, las reconocen, las aceptan, y las dirigen. Saben que son dueñas de su
vida, y que su felicidad depende únicamente de ellas y de su habilidad para
escoger la emoción más constructiva en cada momento.
¡Meditan! Porque conocen los beneficios que la meditación tiene para su salud. Y no sólo los conocen, sino que los experimentan a diario. Gestionan el estrés. Saben cómo evitarlo, cómo deshacerse de él cuando molesta e incluso cómo utilizarlo a su favor.
Y finalmente, dominan el contagio
emocional. Es decir, saben cómo influir en el estado emocional de otras
personas… por eso las personas emocionalmente inteligentes son tan buenas
líderes. Pues bien… estos son los tres primeros
hábitos de las personas emocionalmente inteligentes: Se conocen a sí mismas,
toman decisiones y gestionan sus emociones. Y ahora tengo una propuesta para
ti.
Te propongo un desafío de contagio
emocional para que vayas experimentando una pequeña dosis de entrenamiento
emocional: Sal a la calle y consigue hacer reír a 10 personas. Utiliza tus propios recursos para ello. Te
aseguro que dispones de herramientas de sobra para conseguirlo. ¿Cómo harás
reír a la cajera del súper? ¿O al bibliotecario?
Sal a la calle y pon a prueba tu habilidad
para el contagio emocional.
Hábito 4: Empatizan
Se trata de personas con una facilidad
sobresaliente para empatizar con quienes las rodean. Comprenden muy bien los
sentimientos ajenos y se mueven por el mundo con unas lentes empáticas a través
de las cuales ven realmente en el fondo de cada persona.
Saben que cada ser humano es un mundo en
sí mismo, y que lo que a una persona le gusta a otra puede producirle rechazo,
o que personas diferentes se sientes de modo distinto ante la misma situación.
Comprenden que el lenguaje emocional no es
exactamente universal y que cada persona expresa sus emociones según su propio
estilo. Por ejemplo, son capaces de identificar los diferentes lenguajes del
amor de modo que su vida en pareja cuenta con esa enorme ventaja.
Son personas intuitivas porque captan las
señales emocionales que para la mayoría pasan desapercibidas.
Hábito 5: Abren sus corazones
Las personas emocionalmente inteligentes
valoran muchísimo la apertura y la confianza en las relaciones.
Esto no significa que abran su corazón
indiscriminadamente, pues también saben que no todo el mundo tiene buenas
intenciones y que, con determinado tipo de personas, entregar el corazón es un
riesgo que no merece la pena.
Por lo general, sí confían en el ser
humano y en la vida en general, y están dispuestas a dar una oportunidad a
quienes habitualmente son rechazados.
Además, son personas confiables, pues no
tienen necesidad de traicionar ya que sólo se comprometen con las causas que
pueden asumir.
Hábito 6: Se comunican bien
La comunicación de calidad es un hábito
especialmente característico de las personas emocionalmente inteligentes.
No suelen hablar más rápido de lo que
pueden pensar, por lo tanto, a menudo encontrarás la inteligencia emocional en
personas con cierta tendencia a guardar silencio.
Son capaces de hablar de sus sentimientos,
pero evitan que se convierta en costumbre contaminar a otros con sus problemas,
pues saben que las emociones son contagiosas y no tiene sentido enturbiarle el
día a quien está feliz.
Estas personas son maestras de la escucha.
Reconocerás a una persona emocionalmente inteligente porque la verás haciendo
preguntas… muchas preguntas cuando se les está contando algo.
Son conscientes de que los juicios no son
la realidad y que ante un desacuerdo o una decepción hay siempre infinitas
perspectivas.
No suelen culpar ni recriminar y mucho
menos victimizarse, ya que asumen su propia responsabilidad en todo lo que
ocurre en sus vidas y saben que los ataques no tienen sentido.
Sin embargo, son personas especialmente
asertivas, y reclaman lo que consideran les pertenece.
Pues bien… estos son los tres hábitos de
hoy: Empatizan, abren sus corazones y se comunican bien. Y ahora tengo una
nueva propuesta para ti.
Te propongo un desafío de comunicación
positiva. Si nunca has hecho esto premeditadamente, te va a resultar un poco
complicado.
De lo que se trata es de que, a lo largo
de todo un día, te comuniques sólo positivamente. ¿Y qué significa esto? Nada
de criticar, nada de quejarse, nada de protestar por protestar, nada de
contaminar con problemas personales.
Dedica todo un día a sonreír y ser feliz a
propósito. Cuando te pregunten qué tal, responde ¡Muy bien! en lugar de relatar
tu disconformidad con el clima, tus problemas de sueño y espalda ni tu enfado
con tu jefa.
Esfuérzate por transmitir únicamente
felicidad. Y te puedo asegurar que descubrirás un nuevo modo, un modo mucho
mejor de vivir.
Hábito 7: Resuelven sus problemas
Las personas con una elevada inteligencia
emocional resuelven siempre sus conflictos.
Son buenas trabajando en equipo
precisamente porque saben que cooperando se obtienen mejores resultados.
Y cuando participan en un grupo de
trabajo, identifican perfectamente las fortalezas de cada persona y conocen el
modo de obtener de cada una lo mejor que puede dar.
Estas personas siempre juegan limpio. No
necesitan hacer trampas para conseguir los resultados que buscan y no suelen
meterse en problemas porque siempre encuentran un modo positivo de llegar a su
meta.
Son excelentes negociadoras y negociadores
y resuelven cualquier situación porque son capaces de profundizar en los
intereses personales de quienes tienen alrededor.
Hábito 8: Se aceptan a sí mismas
Las personas emocionalmente inteligentes
se aceptan a sí mismas al 100% porque siempre que algo no les gusta de sí
mismas, lo cambian en lugar de autocompadecerse.
Sienten un absoluto bienestar con quienes
son y, cuando miran hacia su interior, se perciben de forma positiva y siempre
con cariño. Su autoestima es muy sana y, cuando las
circunstancias las llevan de algún modo a autopercibirse un poco más
negativamente, saben qué hacer para recuperar su autoestima.
Son perfectamente conscientes de sus propias
fortalezas y debilidades, es decir, no se consideran mejores ni peores que
nadie en general, pero sí saben en qué destacan y en qué dependen de otros más
hábiles.
No buscan la perfección porque saben que
no es posible. Al contrario, aceptan que no son buenas en todo y se focalizan
en aquello que se les da especialmente bien, porque saben que de ahí obtendrán
mucha más felicidad que de sus debilidades.
Sin embargo, persiguen la mejora constante
y, ante cada fallo, se ríen de sí mismas y extraen una lección. Saben que la vergüenza nos las llevará a
ninguna parte y exprimen todo lo que pueden de la vida.
Hábito 9: Se responsabilizan de su vida
Es raro que las oigas protestar o
quejarse. Cuando algo no les gusta, deciden si les compensa el esfuerzo de
tratar de cambiarlo y, si es así, lo cambian. Y si no les compensa, saben que
con lamentos tampoco ganarán nada.
Jamás verás a una de estas personas
haciéndose la víctima… son alérgicas al victimismo. La autodestrucción es el extremo de la
falta de inteligencia emocional, así que ya sabes a quiénes no oirás nunca
insultarse a sí mismas.
Reconocen responsablemente las
consecuencias de sus acciones y no tratan de culpar a nadie de lo que ellas
mismas han provocado. Cuando sus acciones tienen consecuencias
negativas, toman decisiones para tratar de solucionar la situación y, si la
situación no es remediable, saben cuándo y cómo disculparse y extraen un
aprendizaje de lo ocurrido.
Se responsabilizan de sus propios
sentimientos y nunca utilizan expresiones del tipo “me has hecho sufrir”… saben
que, independientemente de las buenas o malas intenciones de la otra persona,
sobre sus propios sentimientos nadie más que ellas tienen el poder.
Obtienen el máximo partido de sus
emociones constructivas… y saben exactamente qué hacer con sus emociones
destructivas para que no destruyan su felicidad ni la de quienes las rodean.
Asumen compromisos en su vida, pero sólo
aquellos que están dispuestas a cumplir. Y hay un compromiso en particular que
nunca abandonan: el compromiso con una vida plena.
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