La doctora Caroll Dweck asegura que el futuro de cada persona depende de qué tipo de mentalidad se le inculca en la infancia: la mentalidad fija o la mentalidad de crecimiento. La mentalidad fija comprende que nuestra personalidad, inteligencia y habilidades creativas son estáticas e innatas. La mentalidad de crecimiento no le teme a los problemas y ve los fracasos no como una prueba de la estupidez sino como un trampolín para el crecimiento y nuevas oportunidades.
Del tipo de la mentalidad que se le está formando a una persona desde la infancia, dependen su carrera, relaciones y, al final de cuentas, la habilidad de ser feliz.
Estos son algunos sencillos ejemplos de las diferencias entre estos dos tipos de mentalidad. Hay que alabar al niño no por sus talentos sino por la habilidad de aprender.
Tu hijo te lee un libro:
MENTALIDAD FIJA — «¡Bien hecho, hijo!»
MENTALIDAD DE CRECIMIENTO — «¡Cuánto empeño le has puesto para lograr este resultado!
¡Sí, puedes!»
Tu hijo solucionó un rompecabezas:
MENTALIDAD FIJA — «¡Qué niño tan inteligente! ¡Parece que lo sabes todo!»
MENTALIDAD DE CRECIMIENTO — «Oh, esto fue demasiado sencillo para ti, hay que darte un rompecabezas más complicado, ¡aprendes muy rápido! ¡Seguro solucionarás el acertijo más complicado igual de bien!»
Tu hijo sacó 8 en una prueba:
MENTALIDAD FIJA — «¿Sacaste un 8? ¡Muy bien!».
MENTALIDAD DE CRECIMIENTO — "¿Sacaste un 8? Quiere decir que entiendes bien el tema. ¡Apuesto que si mañana intentas volver a hacer la prueba, ya no te equivocarás en ninguna pregunta y obtendrás un 10!
Pareciera que la diferencia fuera casi imperceptible, sin embargo, su influencia en el destino del niño puede ser enorme.
Cuando elogias a tu hijo no por su talento sino por el esfuerzo y la capacidad de aprender, le das a entender que no es un milagro innato y que con la labor y el esfuerzo se pueden lograr muchas cosas. Que los fracasos son una parte natural de la vida. La autoestima de tu hijo no se bajará porque sabrá que todo depende de sus esfuerzos y que tiene más de una oportunidad para demostrarlo.
La doctora Dweck y sus colegas llevaron a cabo una investigación del tema: a lo largo de dos años observaron un grupo de niños a los cuales se les inculcaba una mentalidad diferente a propósito. Los resultados fueron los siguientes: en dos años las calificaciones de los niños no han cambiado; todos estudiaban al mismo nivel, sin embargo, los objetivos que perseguían los niños eran totalmente diferentes.
La meta número uno para los niños con mentalidad fija se resumía a lucir inteligente enfrente de los demás a toda costa, y su comportamiento se enfocaba en evitar todo lo contrario. Los niños con mentalidad de crecimiento temían fracasar y su regla principal era aprender a toda costa.
¿Quién superará con mayor facilidad las pruebas de la vida? La respuesta es obvia. Así que ponte a analizar qué tipo de mentalidad le estás enseñando a tu hijo. Es un detalle realmente importante del proceso de crianza, vale la pena tomarlo en cuenta
Autor: Angie Aker